No cuesta nada, pero crea mucho.
Enriquece a aquel que la recibe sin empobrecer a quien la da.
Ocurre en un momento, como un flash en la memoria, pero,
se mantiene siempre en el recuerdo.
Crea felicidad en el hogar,
favorece el trato en las reuniones y la cortesía entre amigos.
Elimina el cansancio, es amanecer del desánimo,
es crepúsculo de la tristeza y el mejor antídoto natural para los problemas.
No puede ser comprada, suplicada, prestada ni robada, pero es el bien más valorado de la tierra cuando se da sin pedir nada.
Cuando los demás estén cansados para darnos una sonrisa démosles una de las nuestras.
Porque nadie necesita tanto una sonrisa, que aquellos a quienes ya no les queda ninguna para dar.
Frank Irvin Fletcher
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