Imagina que te encuentras delante de un tablero de juego. Este tablero es muy grande, colorido, con muchas casillas, además, es posible que sea la primera vez que lo ves. Imagina que nadie te dice cuales son las reglas del juego y que la partida ya ha empezado, seguro que te haces muchas preguntas: ¿Quiénes estamos jugando? ¿Cómo se juega? ¿Cuál es mi ficha? ¿Por dónde tengo que ir? ¿Cuándo salgo?…..
Seguro que esta partida, estará llena de incertidumbres, de dudas, etc.. y seguro que no resultará una partida fácil de jugar, sino más bien todo lo contrario, la partida será difícil, complicada, desconocida y tú, llegarás a sentir inseguridad, te sentirás incapaz, poco hábil, etc..
Qué es lo que nos falta en esta partida? Lo que está fallando es que no hay reglas, no hay límites, y en esta partida, como en nuestra sociedad, las normas son necesarias, sin ellas la sociedad no podría existir, sin ellas la partida será difícil, confusa, ya que no sabemos cómo debemos hacer las cosas.
Las normas son reglas de conducta, reglas del juego. Las normas sociales establecen obligaciones y también prohibiciones, buscan comportamientos que favorezcan la vida en sociedad. En una sociedad con normas, podemos conseguir valores para la convivencia, como son la seguridad, la igualdad, el respeto y la justicia. Y los límites, además de situarnos en un marco de seguridad, ayudan a tener autocontrol y a aprender a ser responsables. El cumplimiento de los límites conlleva madurar y aprender a tolerar la frustración situándonos en la realidad.
Lo mismo ocurre en las familias, cada familia construye sus normas y límites propios y necesarios para que todo funcione correctamente, y deberán ser cumplidas por todos sus miembros.
En la adolescencia, las normas y los límites empiezan a ser cuestionadas. Las consecuencias a los comportamientos son cada vez más discutidos, más reñidos, ya que el chico o chica adolescente quiere probar por sí mismo o misma. Pero es labor de los padres dejar que sus hijos e hijas puedan desarrollar sus experiencias, pero dentro de unos límites o normas consensuadas. No debemos olvidar que los límites dan seguridad porque indican el modo correcto de comportarse, tanto en casa como en su entorno y sociedad. Los padres en todo momento, deben mantener sus principios y explicar las razones, mantenerse abiertos al dialogo y ser positivos. Hay que evitar ser ambiguos y hay que dar ejemplo.
Es importante no establecer un gran número de normas, es más importante que estas sean sencillas y claras. Las normas deben ser firmes, se deben cumplir y para ello deben ser razonadas a la vez que razonables y revisables. Algunos ejemplos de normas establecidas en las familias son:
-Tareas y obligaciones escolares.
-Ayuda en casa.
-Horarios de salida y llegada y tiempo de ocio.
-Visitas de amigos.
-Tiempo dedicado a internet y/o juegos.
Como padre, como madre, marca tus normas y tus límites. Comunícate con tu hijo o hija, explícale el por qué de estas normas y hazle responsable de su cumplimiento. Juntos también podéis revisar nuevas normas, que deben ser adaptadas a su edad y sus circunstancias.
Sin duda, una tarea llena de estrategias, dónde las herramientas fundamentales de los padres y madres para ejercer en su labor son las normas y los límites, que deben ser respetados, hablamos, por tanto, de disciplina.
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